sábado, 1 de agosto de 2015

La Terapia Floral

La terapia floral, conocida como Flores de Bach, remedios florales o esencias florales, es un sistema de curación energética desarrollado por el médico Edward Bach entre 1926 y 1934.
A través de sus investigaciones, el Dr. Bach se percató de que pacientes aquejados por los mismos males tenían personalidades, actitudes y emociones similares. Con estas pruebas, y además a través del rescate de conocimiento antiguo y su profunda intuición, proclamó que las enfermedades inician en la mente, debiéndose a “un conflicto entre la personalidad y el alma”.
Mientras vamos por la vida, tomamos actitudes, comportamientos, desarrollando creencias sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea, que crean tal discrepancia entre lo que creemos que somos y lo que somos realmente. Cargamos con el pesado equipaje de todo aquello que vivimos, acumulando tantos pensamientos y emociones inútiles, que en ocasiones ni siquiera son nuestros. Estos llegan a tener tal peso en nuestro ser que pueden afectar al cuerpo físico, en ocasiones de manera rápida, y otros de manera lenta y continuada, gestando una enfermedad. ¿Quién no ha sentido síntomas en el cuerpo después de haber tenido un ataque de rabia, o una profunda tristeza, o estar sometido a presión emocional?.
Así, los síntomas, problemas de salud y patologías que experimentamos vienen a ser como llamados de atención que nos indican que hay algo mal en nuestras vidas, algo que necesita ser corregido. Cuando se toma conciencia de esto, el “nudo” se resuelve y el cuerpo empieza con su natural proceso de autosanación.
El Doctor Bach identificó 7 grandes errores que nos conducen a la enfermedad: La ignorancia, el egoísmo, la inestabilidad, el odio, la crueldad, el orgullo y la codicia.
Para lograr esa toma de conciencia y por tanto, la recuperación de la salud mental, emocional y física, se utilizan los remedios florales, que son soluciones hidroalcohólicas (de alcohol y agua) de flores silvestres. Cada flor se corresponde con un sentimiento, estado de ánimo, actitud, error, etc., y así al ingerir la esencia por vía oral, aplicarla tópicamente o ponerse en contacto con ella, se logra afectar a los cuerpos energéticos de la persona y promover el restablecimiento del equilibrio perdido. Incluso, algunos remedios están hechos con agua de diferentes manantiales del mundo con propiedades energéticas especiales.
Originalmente, el doctor Bach creó 38 esencias, las que son conocidas como Flores de Bach o remedios clásicos, pero hoy contamos con diferentes sistemas florales que se crean con la flora de diferentes partes del mundo, y tratan un amplio grupo de desórdenes.
Las esencias florales no tienen principio activo, es decir, no poseen sustancias químicas que puedan medirse e interactuar físicamente con el cuerpo. El verdadero remedio se encuentra en la vibración de las flores que pasan al agua a través del proceso de preparación, debido a la capacidad que tiene el agua para “grabar” las vibraciones a las que se encuentra sometida, para luego transferir aquellas vibraciones a nuestro propio campo energético, en un proceso que apenas se está empezando a comprender a través de los descubrimientos de la física cuántica.
Tomar esencias florales es como ponernos frente a un espejo que nos hace ver cómo somos realmente, y que la imagen que tenemos de nosotros mismos quizás no es la real. Así, empezamos a corregir los comportamientos, emociones y pensamientos negativos para ser como realmente debemos ser, más armonizados, completos y felices, y por ende, hay sanación en todos los ámbitos que nos componen.
Así, tenemos remedios para combatir los miedos, los comportamientos dominantes o sumisos, la baja autoestima, el autorrechazo, la apatía, la inseguridad, la ansiedad, y un larguísimo etcétera, y por tanto ayudar al control y sanación de todo tipo de enfermedades.
Desde el instante en que iniciamos a tomar esencias florales, empezamos a cambiar. Nos damos cuenta de quiénes somos en realidad, y qué es lo que realmente queremos. El mundo toma un significado distinto y por fin vemos nuestro lugar en él. Dejamos de preocuparnos de las cosas que no merecen preocupación, y a prestar atención a lo que sí lo merece. Es vivir en un estado totalmente distinto, sin una venda sobre los ojos.

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