miércoles, 23 de septiembre de 2015

El Miedo y la Terapia Floral

El miedo es una de las emociones que en terapia floral, se relacionan con los trastornos emocionales, mentales y físicos, incluidas algunas enfermedades. Lo podemos definir como una reacción normal ante una situación percibida como amenaza y peligro, una emoción primordial inherente a la naturaleza animal cuya utilidad es mantener la supervivencia, y desde este punto de vista, el miedo es positivo y natural. Es normal huir ante un atacante, o reaccionar ante un terremoto o desastre natural para ponerse a salvo.
Pero el miedo se convierte en algo negativo cuando nos quedamos con ese sentimiento incluso cuando el peligro ha pasado, de tal manera que interfiere en el normal desarrollo de nuestra vida. De igual manera, cuando tenemos miedos irreales, a objetos y situaciones que no ponen en riesgo nuestra vida, como el miedo a hablar en público, el miedo al futuro, a envejecer, etc., o cuando a causa del miedo, en lugar de luchar para ponernos a salvo, nos paralizamos y quedamos expuestos e indefensos.
De igual manera, podemos hablar de miedos agudos o pasajeros que se presentan frente a una situación determinada, pero pueden terminar rápidamente, y de miedos crónicos, más profundos, que llevamos de una manera consciente o inconsciente a lo largo de nuestras vidas, incluso por influencias familiares, culturales, religiosas, etc.
Poder reconocer diferentes tipos de miedo:
- Las fobias, que son miedos que se han convertido en traumas, y que pueden ser explicados o no.
- El pánico, que es un miedo que paraliza a la persona, dejándola incapaz de reaccionar de una manera coherente y racional.
- El terror, que es un miedo extremo que se expresa con reacciones descontroladas.
- El temor, que es un miedo vago, indeterminado, que cuesta explicar
- El susto, que es un sobresalto frente a una irrupción brusca acompañada de un miedo repentino.
¿Qué es lo que nos lleva a sentir tales temores ante situaciones que no constituyen verdaderos riesgos? Muchas veces, es el ego desarmonizado que nos pone alerta frente a riesgos ilusorios que lo único que podrían causar es atentar contra la falsa autoimagen que se crea en nuestras mentes.
De cualquier forma, el miedo constituye un obstáculo en nuestro desarrollo, puesto que nos impide avanzar y manifestar nuestro potencial. En su obra, Edward Bach nos dice que: “El miedo en realidad no tiene lugar en el reino humano, puesto que nuestra Divinidad interior, que es nosotros, es inconquistable e inmortal, y si sólo nos diéramos cuenta de ello, nosotros, como Hijos de Dios, no tendríamos nada que temer”. Nos manifiesta además que uno de los principales miedos que experimentamos es a perder aquello que tenemos: el dinero, las posesiones materiales, el respeto de los demás, la seguridad, los seres queridos, etc. En cuanto a la salud, nos dice que el miedo a la enfermedad puede hacernos más daño que la propia enfermedad, e incluso predisponernos y volvernos vulnerables ante una infección o el desarrollo de una patología. De igual manera, que el miedo está relacionado con el egoísmo, puesto que cuando nuestros esfuerzos están centrados en los demás, no tenemos tiempo para preocuparnos por las enfermedades personales.
¿Qué consecuencias trae el miedo a nuestro cuerpo? En realidad, afecta a todas aquellas funciones relacionadas con el estrés o la ansiedad, tomando en cuenta que mientras el miedo sea más profundo y continuado, las manifestaciones físicas serán más evidentes. Tal como nos dice el Dr. Bach, el miedo predispone a un descenso del sistema inmunológico, lo que nos vuelve más susceptibles a contraer infecciones por bacterias, virus, hongos o parásitos. También, se ha relacionado muy especialmente al miedo con las enfermedades de los riñones. De hecho se considera que los cálculos renales son “miedos cristalizados”. Además, se pueden afectar órganos relacionados con la comunicación (cuerdas vocales, garganta), el tracto gastrointestinal (gastritis, colitis, úlceras), el sistema nervioso (temblores, ataques de ansiedad y pánico), trastornos de las piernas y pies, sistema endócrino, sistema respiratorio. Sin embargo, la manifestación física dependerá del tipo de miedo y las circunstancias personales.
ESENCIAS FLORALES PARA EL MIEDO:
Los sistemas florales que existen en la actualidad contienen esencias específicas para tratar los diferentes tipos de miedo y sus variantes.
Dentro del sistema de Flores de Bach, tenemos:
- Mimulus: para el miedo a cosas cotidianas y conocidas, aquellos miedos que podemos reconocer e identificar por su nombre, como el miedo a las alturas, los insectos, la oscuridad, a personas, animales, etc.
- Aspen: para el miedo a objetos intangibles, sobrenaturales, que no podemos explicar. Miedo a fantasmas, a manifestaciones sobrenaturales, presentimientos, a lo desconocido, etc.
- Red Chestnut: para la preocupación excesiva por otras personas, personas que tienen demasiado miedo al futuro de sus seres queridos.
- Cherry Plum: para el miedo a perder el control, personas que ejercen un exceso de control sobre sí mismas por miedo a perderlo y hacer cosas de las cuales podrían arrepentirse..
- Rock Rose: en situaciones de pánico, terror, alarma y estrés excesivo. Personas muy sensibles que se asustan por cualquier cosa, o que sufran de ataques de pánico o ansiedad.
Dentro del Sistema Bosque Profundo (Chile), se destacan:
- Alstroemeria: para el miedo causado por situaciones devastadoras, como un desastre, la pérdida de un ser querido, un evento traumático.
- Abedul: para miedo expresado como pánico relacionado con sentimientos de automartirio.
- Araucaria: para el miedo a la soledad.
- Flor de la cascada: para el miedo ante la adversidad, a arriesgarse a enfrentar situaciones atemorizantes.
- Orquídea amarilla: para liberar miedos y temores, permitiendo reconocerlos y corregirlos
- Orquidea trinidad: para el miedo al futuro y a la carencia.
Dentro del Sistema Desierto Florido (Chile), encontramos:
- Amancai: para el miedo a hablar, a expresarse.
- Huilli: para el miedo a la intimidad, especialmente respecto a la vida en pareja.
Y dentro del Sistema Asilvestradas (Chile), podemos utilizar:
- Trompeta de ángel: para el miedo a la muerte o a cambios trascendentales en la vida.
- Almendro: para el miedo a crecer, a madurar, a aceptar los cambios que vienen con la edad.
- Ajo silvestre: para el miedo que paraliza, que agota las fuerzas vitales.
- Crisantemo: para el miedo a la vejez y lo que bien con esta.
- Hierba de San Juan: para el miedo a lo sobrenatural, a experimentar situaciones paranormales. Para los animales con miedos desconocidos.
- Mimulus sanguíneo: para los miedos heredados que se transmiten de generación en generación.
Posteriormente, abordaremos individualmente cada una de estas flores y sus características particulares.
A través de las esencias florales para el miedo, podremos identificar, reconocer y enfrentar a los objetos de nuestros miedos, así como al miedo mismo, observándolo en su verdadera dimensión sin las ilusiones de la mente y el ego, tomando conciencia de que tenemos el control sobre nuestros temores. De igual manera, podremos reaccionar ante las situaciones de riesgo con sabiduría, evitando impulsos inadecuados. Estas esencias nos otorgan valentía, fuerza, coraje, iluminación sobre situaciones que no comprendemos completamente, serenidad y confianza.
Consulta a un terapeuta floral para conocer cuál es la esencia que en realidad necesitas.

El Ego desarmonizado como origen de nuestros desequilibrios

“La enfermedad se produce por un conflicto entre el alma y la personalidad”, nos dice el Dr. Bach, creador de la terapia a través de esencias florales. Pero, ¿a qué se refiere esa personalidad? Puede ser que en esta afirmación, la palabra personalidad parezca referirse a un aspecto negativo, pero no lo es. Lo “no deseado” (no lo llamemos “negativo”) es el propio conflicto, el desacuerdo entre los designios de nuestras almas y aquellos deseos y necesidades que creemos son vitales, de acuerdo con nuestra personalidad.
Gran parte de esta personalidad tiene que ver con el Ego. Según la psicología, el Ego es la instancia psíquica a través de la cual la persona se reconoce como “yo” y es consciente de su propia “identidad”, es decir, aquello que nos hace ver como entes individuales e independientes del entorno. Sin embargo, a la luz del conocimiento más profundo del ser humano que nos dan las filosofías antiguas y en las que se basan muchas de las terapias alternativas, el Ego puede ser interpretado de otra manera.
Se dice que cuando el ser humano desarrolló su conciencia, lo que lo separaría del resto de animales y seres sintientes, la parte correspondiente a los instintos de supervivencia también sufrió una conversión. Vemos que en los animales es el instinto el que impera, en dependencia de su grado de desarrollo mental. Es este instinto el que les permite reconocer el peligro, reaccionar ante él, y buscar la satisfacción de sus necesidades fisiológicas, de seguridad, de reproducción, etc. Los seres humanos, si bien mantenemos instintos de supervivencia como una parte de nuestros cuerpos biológicos (que son netamente animales), no tenemos tanta conexión con ellos como nuestros compañeros del reino animal, y es justamente por el desarrollo de nuestra inteligencia. A la vez que la conciencia tomó formó, una parte de ella nos permitió individualizarnos, lo que vendría a ser el Ego, pero también se encargó de dar una forma medianamente racional al antiguo instinto de supervivencia. Así, a través del Ego reconocemos también los peligros que amenazan nuestra supervivencia, la manera como reaccionaremos ante estos, y nuestros comportamientos para satisfacer las necesidades básicas y complejas.
Sin embargo, esto puede salirse de control. Por naturaleza, el Ego tiende a darnos una visión de que estamos separados del resto, la noción de YO y el OTRO, de NOSOTROS y ELLOS, hasta tal punto que puede conducirnos a buscar la exclusión y el conflicto, creyendo que esa es la manera en que mantendremos la individualidad. Esto lleva a ver peligros donde no los hay, y a reaccionar ante situaciones creadas por nuestra mente. Por ejemplo, mientras una presa siente ansiedad ante la presencia de un depredador, una persona pude experimentar algo similar al hablar en público, por miedo al ridículo. Mientras que el primer caso sí es un peligro para la supervivencia, el segundo no, pero para el Ego puede aparecer como lo mismo, y así nos los hace creer.
Un Ego desarmonizado nos lleva a tener un apego desmedido por las situaciones materiales y la seguridad que nos producen, nos mantiene en la ilusión del mundo material o de falsos mundos espirituales. Nos mantiene en la superficialidad, en la creencia de que lo que percibimos con los sentidos es lo único que existe. Nos crea cuentos acerca de nosotros mismos, y terminamos creyendo que son ciertos. Toma la forma de aquella voz interna que nos dice: “no puedes hacerlo, no sirves para esto”, “todo el mundo lo hace, debes hacerlo tú también”, o “tú eres mucho más que todos estos, y mereces que el mundo te admire, te tema”, etc. Y por supuesto, esta falsa imagen de la realidad produce el conflicto con lo que realmente somos, y por ende, nuestros trastornos a todo nivel.
Podemos identificar varios tipos de egos.
• El sabelotodo, el que cree que siempre tiene la razón, el que comenta incluso sobre lo que no conoce, puesto que da excesiva importancia a su propia mente, a la que idealiza y eleva por encima de la de los demás. 
• El insaciable, el que quiere ser el centro de atención y recurre a cualquier medio para lograrlo, puesto que cree que su propio valor depende de la atención de los demás. Puede llamarse también ego prestigioso, que busca siempre la admiración y el aplauso externo. 
• El interruptor, que siempre interrumpe al hablar o presta poca atención en lo que expresan los demás pensando en cómo va a expresarse él mismo, por falta de seguridad en sí mismo, o un exceso de seguridad.
• El envidioso, a quien le enfadan los éxitos de los demás, y busca siempre desacreditar o buscar (o inventar) un punto débil en aquellos que cree son mejores que él, puesto que ve como un peligro para su éxito al éxito de los demás. 
• El jinete, quien “se monta en los demás”, el que se aprovecha de los datos o conocimientos de otros, presentándolos como propios, o como si los hubiera sabido desde siempre, por su propia inseguridad y deseo de figurar delante de los demás. 
• El sordo, el que mantiene su mente cerrada y solo se escucha y se cree a si mismo, por una excesiva introspección.
• El manipulador, el que busca satisfacer sus deseos engañando y aprovechándose de otros, a través del dinero, el intelecto, el poder. 
• El premental, el que tiene un discurso paralelo, critica, juzga, es hipócrita, pero generalmente no exterioriza sus verdaderos pensamientos para quedar bien con todos.

En cada persona, el Ego puede tomar alguna de estas manifestaciones y muchas más, dependiendo de la situación. 
¿Cómo corregimos estos comportamientos? La clave se encuentra en identificar las trampas del Ego desarmonizado, reconocer cuando escuchamos aquellas voces engañosas que nos separan del resto, que nos ponen en conflicto, que nos hacen ver cosas que no son ciertas y opacan la voz del verdadero YO, que es el alma.

Las esencias florales nos permiten esta toma de conciencia, nos hacen ver en un espejo donde podemos reconocer nuestra propia imagen diferente de la imagen que el Ego nos puede hacer creer que somos, y en dependencia de cada situación personal, quitan de nuestros ojos los velos ilusorios para que al fin veamos la realidad.

El origen de la enfermedad según el Dr. Edward Bach

Para comprender la manera en la que las esencias florales actúan en nuestro ser para sanarnos a todo nivel, primero debemos conocer algunos principios postulados por el Dr. Edward Bach, el sistematizador de esta terapia.
1. La verdadera esencia del hombre es el alma, y ese es nuestro verdadero ser. El alma es la chispa divina, y por tanto somos invencibles e inmortales.
2. Somos personalidades colocadas en este mundo con el fin de obtener conocimiento y experiencia en la vida terrenal. Esto nos permite alcanzar las virtudes y borrar los defectos, a fin de acercarnos a la perfección. Por esto, el alma nos coloca en ambientes y situaciones específicas a propósito, que nos permitan desarrollar este objetivo.
3. Nuestra efímera “vida” es solo un momento en el curso de nuestra evolución. Nuestro nacimiento está “infinitamente lejos de nuestro principio”, y nuestra muerte está “infinitamente lejos de nuestro final”. Nuestra vida es como “un día de escuela”, puesto que pasamos por diferentes vidas, y los cuerpos y personalidades que vamos adquiriendo a través del tiempo, son solo instrumentos para aprender.
4. Si la personalidad está en armonía con los designios de nuestra alma (los que nos llevan a aprender las lecciones de cada vida), todo irá bien, independientemente del tipo de vida que nos tocó vivir. Pero, si la personalidad se aparta de ese sendero, o se ve agobiada por los deseos y problemas mundanos, empezarán los conflictos, que se manifestarán como enfermedad e infelicidad.
5. Formamos parte de una misma Unidad con todas las cosas, puesto que provenimos de una misma creación. Por tanto, la separación es solo una ilusión, y cualquier acción contra nosotros mismos o contra los demás, afecta a toda nuestra situación, y por ende, a la unidad.
Desde este punto de vista, la enfermedad es benéfica, puesto que nos alerta de que no estamos en el camino de aprendizaje que deberíamos seguir, y por tanto poniendo atención a esto, podemos regresar a la armonía. Sin embargo, no siempre tomamos conciencia de esto, y seguimos a ciegas, dando vueltas en aquellos desequilibrios, enfermándonos cada vez más en cuerpo, mente y emociones.

Por tanto, hay dos grandes errores: ir contra los dictados de nuestra alma, y actuar contra la unidad. Así, se identifican los 7 grandes errores por los cuales aparecen todos nuestros trastornos, y a los que primordialmente va dirigida la sanación a través de esencias florales
1. El orgullo, que es no reconocer que la personalidad está sometida a los designios del alma, y que solo somos piezas en el esquema general de la creación. Puede causar enfermedades caracterizadas por rigidez y endurecimiento del cuerpo. La virtud que la vence es la humildad. 
2. La crueldad contra nosotros mismos y contra los demás, que se da por una negación de formar parte de la unidad, y de que nuestras acciones afectan a ese todo. Causa dolor en el cuerpo y sufrimiento. La virtud que la vence es el amor (por los demás y por nosotros mismos) y la compasión. 
3. El odio, que es la oposición total al amor del Creador y de la unidad, el estar en contra de la ley de la creación. El odio causa soledad, cólera, histeria, trastornos nerviosos. La virtud que la vence es el amor. 
4. El egoísmo, que es también la negación de la unidad y de las obligaciones que tenemos por los demás, anteponiendo nuestros propios deseos. Causa enfermedades caracterizadas por introspección, como neurosis, neurastenia. Se lo vence con generosidad y desapego por las cosas innecesarias. 
5. La ignorancia, que es no querer ver la verdad, rehusarse a aprender, que nos lleva a cometer actos por rechazar esa verdad y conocimiento. Causa enfermedades caracterizadas por la falta de percepción, como miopía y pérdida auditiva. Se la vence con sabiduría. 
6. La inestabilidad, indecisión y debilidad de carácter, cuando negamos el conocimiento de que somos parte de una divinidad inconquistable e invencible, y por lo tanto no seguimos nuestros designios. Causa trastornos que afectan al movimiento y la coordinación. Se vence con fortaleza y coraje. 
7. La codicia, que es negar la libertad e individualidad de cada ser ante el deseo de controlar, moldear y mandar a los demás, algo que no nos corresponde. Causa enfermedades caracterizadas por la incapacidad del cuerpo. Se vence con respeto y reconocimiento de la libertad de los demás.

Las esencias florales, con su alta frecuencia vibratoria, nos ayudan a tomar conciencia de estos defectos y a desarrollar las virtudes correspondientes, para así disolver los trastornos que fueron causados, y permitirnos estar en armonía con nosotros mismos y nuestro entorno, para aprender las lecciones generales a todo ser: el amor, la libertad interior, la unidad y la sabiduría, así como las lecciones particulares de cada uno. 

Lo esencial es invisible...